Empezó el día nublado en León, creí que los planes de ir al
Faedo se nos iban a estropear. Al comprobar que la temperatura en la calle no
era mala decidimos ir de todas maneras, total eran 40 kms desde León y si había
que volverse no era para tanto.
Según avanzábamos por la carretera (La Robla, Pola de Gordón…)
el día se iba poniendo azul, de ese azul que te arrastra a estar al aire libre
y disfrutar. Ya me iba gustando más el plan que teníamos, nuestra mochilita con
unos bocadillos y unas bebidas, un paseo por el campo y oxigenarnos para
rematar la semana.
Llegamos a Ciñera y cerca de la plaza donde están los bares
aparcamos el coche. Ya allí mismo llama la atención de lo cristalina que baja
el agua del arroyo que va a unirse con
el río Bernesga unos metros después.
Seguimos las indicaciones de los carteles y vemos que hasta
el Faedo tenemos 1,5 kms. Bien, un paseo para disfrutar de la naturaleza y del
paisaje. Desde el cartel avanzamos pasando por el polideportivo (hasta aquí ha
llegado algún coche) y un poco más adelante pasamos por el cementerio. En este
punto empieza un camino y ya no hay carretera.
Una de las cosas que más me llama la atención es el contraste entre los dos lados del camino. Las verdes praderas y
con el rumor del agua del arroyo a nuestra derecha, las laderas verdes con las ásperas
montañas que las siguen a nuestra izquierda.
Hay un momento en el camino en el que al volvernos vemos que
ha desaparecido toda señal del pueblo y parece que nuestro camino surge de la
montaña.
Unos bancos y mesas de piedra marcan una breve pauta en el
camino, no esperábamos el tiempo que teníamos, estábamos pasando calor así que
convenía acondicionarnos un poco más al clima. Desde aquí podemos ver el camino
que hemos de seguir.
Avanzando de nuevo, volvemos a encontrarnos con las praderas
verdes, con los sonidos del arroyo y sus aguas claras y limpias, con los
reflejos del sol y las laderas por la que resbala el agua para llegar al
arroyo. Así llegamos a la “bocamina”, lo que fue una entrada a una mina y que
ahora está cerrada con una verja. En su interior instrumentos de la época y al
fondo una virgen.
Seguimos para llegar al puente de piedra, bajo él discurre
el arroyo que viene de la zona más rocosa que hasta ahora hemos encontrado. Una
pena, pienso que la parte del puente podría estar algo más limpia de las ramas
que tiene, pero, no deja de tener su encanto. Avanzando por esta zona más
rocosa, al volvernos a mirar atrás mi pregunta es “si esto baja con mucha agua
en algún momento, ¿cómo será de complicado pasar por aquí?
Siguiendo nuestro camino, llegamos a las explanadas grandes,
en las primeras encontramos bancos y mesas de madera y una zona habilitada para
descansar y poder comer algo. Me encanta el verde de las explanadas, lástimas
de las hojas que aún no han salido en los árboles sería el remate de un bonito
paisaje.
Esa segunda explanada toda verde, ideal para poner una manta
de campo y tumbarse a mirar el cielo, el paisaje, cerrar los ojos y escuchar a
la naturaleza con el ruido del arroyo, los pájaros, las ramas de los árboles
mecidas por una pequeña brisa. Unas rocas al borde del arroyo, te puedes sentar
en ellas y contemplar el discurrir del agua. Aquí estás a la sombra y puedes
disfrutar del entorno con los ojos, ahora no los cierres, observa y contempla.
Si hasta ahora hemos disfrutado de un paisaje y un camino
muy bonito, cuando nos encontramos a punto de entrar en el Faedo ¿qué podremos
encontrarnos?
Quiero dejar claro que esta entrada en mi blog no es más que
una suma a los muchos blogs y páginas webs que me he encontrado sobre el Faedo de
Ciñera, con fotografías mucho mejores que las mías y que recomiendo que
busquéis, al igual que es una visita que recomiendo.
En el siguiente enlace podéis ver todas las que yo he
seleccionado del camino hacia el Faedo y donde aparecen las que aquí muestro.
Mi
siguiente entrada estará dedicada sólo al Faedo, os espero.